¿Se puede curar el pasado y la memoria transgeneracional?

¿Por qué curar el pasado es importante?

Somos los pasos firmes de toda nuestra historia familiar. De todos los que estuvieron, de los que conocimos y también de los que no conocimos. El pasado desde el campo sutil condiciona nuestro presente.

«Cuenta este relato que Rocío, una hermosa mujer de 29 años embarazada de 6 meses y en ese momento completamente enamorada de su pareja y casi a punto de dar a luz a su primer hijo, de repente se despierta un día con unos nervios terribles que invaden su cuerpo. La sensación era, cuenta, la de tener el cuerpo en tensión, con mucho calor interno y una incomodidad que la agitaba interiormente. El embarazo sigue su curso, su pareja está a su lado y la quiere, pero ella sigue sintiendo todo este dolor que no la deja disfrutar de lo que está viviendo».

  • ¿Qué es lo que está sucediendo?
  • ¿Por qué no puede Rocío disfrutar de tener a su bebé en la barriga y vivir este momento irrepetible en completa calma y con tranquilidad?
  • ¿Es suyo ese miedo, ese dolor?

 

 

Sabemos desde diferentes enfoques que todos tenemos con nosotros una memoria biológica. Una memoria biológica que traspasa los resultados de algo vivido por toda la humanidad ante distintas situaciones, sucesos o hechos que marcaron un conflicto de carácter biológico y que también va con nosotros una memoria psíquica, que es aquella que enmarca las vivencias, los valores, las normas, las creencias y la forma de vivir y de comportarse de nuestro linaje.

 

¿Qué es el linaje?

Por linaje entendemos todos aquellos antecesores y todos aquellos sucesores de una persona, es decir nuestro sistema familiar.

Seguramente has observado que en las diferentes generaciones de un mismo sistema familiar, se repiten patrones de comportamiento y conductas, formas de vida, actividades profesionales. O es posible que hayas observado que se repiten sucesos y hechos que fueron dolorosos y traumáticos para alguien de nuestro sistema en algún momento en concreto o fecha determinada.

De alguna manera, de forma inconsciente, repetimos esos patrones que bloquean nuestro presente y nos impiden movernos con total libertad.

La memoria de esos sucesos o hechos dolorosos, que impactaron en forma de drama, de forma traumática y dolorosa en algún miembro de nuestro linaje permanece en nuestra psique almacenada, recogiendo estos procesos conscientes e inconscientes que afloraran de nuevo si no pudieron ser resueltos en su momento.

A nivel personal, toda esta memoria (que también trae consigo las vivencias positivas y serán aquellas que nos darán fuerza y ejercerán como recursos positivos donde sujetarnos), nos va a ayudar a identificar todo aquello que quedó por resolver por el camino y que tendremos que aprender a reconocer, a situar, a mirar, a dar nombre y a transitar para poder dejarlo cerrado, y seguir avanzando con esa parte cerrada y así, aligerar el peso a las generaciones venideras.

 

¿Cómo nos habla el miedo?

Retomemos la historia de Rocío. Vamos al momento en el que cuenta que se siente con un miedo horrible a quedarse sola con su futuro bebé, teme que su pareja la abandone y siente que no va a tener el suficiente valor para ser «una buena madre». Al escucharla atentamente surge la pregunta, ¿quién habla aquí, son palabras realmente de Rocío? No exactamente, quien está hablando es el miedo.

 

 

Lo que Rocío no sabía en aquel momento es que, «horrible», «sola», «abandono» y «sin valor», eran palabras de su propio lenguaje del miedo. Son las voces que resonaban de antiguos traumas que se habían producido en su historia familiar mucho antes de que ella naciera. Esas palabras entraban y revoloteaban por su cabeza, con fuerza, inundando sus pensamientos y repicando por todo su cuerpo. Se preguntaba por qué esos pensamientos tenían tanta fuerza en su cabeza, cuando había personas que lo pasaban muy mal y ella lo tenía todo.

Le llevó tiempo, muchísimo tiempo responderse a algunas preguntas. La tendencia de Rocío casi a punto de terminar con su embarazo fue incluso plantearse abortar, perder ese hijo, abandonar el proceso que estaba viviendo, renunciar a ser madre y todo por esas sensaciones que tenía en su cuerpo, tan reales y que experimentaba con un sufrimiento tan intenso.

Rocío en este momento tenía una relación tensa y conflictiva con su madre, y a su padre no lo veía desde hacía algunos años debido a una «decisión» que tomó junto a sus hermanos mayores en la adolescencia. El deseo y la necesidad de sentirse cerca de mamá y de sus hermanos la llevó a tomar esa decisión, aunque siempre se preguntó por qué lo hizo si a ella le gustaba estar con papá.

Se acordaba muy a menudo de ese momento. Y al recordarlo se abrían nuevas preguntas en su interior: ¿Cuándo podría ver a su padre? ¿Y si lo llamara? ¿Qué pasaría si hiciera eso? ¿Qué pensaría papá después de todos esos años? ¿Qué pensarían o dirían sus hermanos? ¿Cómo se sentiría mamá si se enterase de que veía a su padre?

Esos eran algunos de los pensamientos recurrentes de Rocío, con su bebé en la barriga. También pensó en su madre. ¿Cómo se había hecho tan complicada su relación con ella? ¿Por qué si siempre admiró a mamá, ahora no la podía soportar? ¿Qué era todo aquello que sentía por sus padres y que no conseguía ver con claridad?

Además Rocío se acordó de su abuela y su bisabuela. Se dio cuenta de que se llamaba como ellas y que siempre las tenía muy presentes en su vida. Sonrió. Se imaginó a su abuela embarazada, sonrió de nuevo, y se le ocurrió averiguar cómo fue el embarazo de su madre con ella en la barriga.

En realidad esa investigación le abrió alguna puerta. Por ahí podría empezar a entender lo que sucedía. El miedo estaba enviándole información importante a través del lenguaje, las palabras escondían un inmenso poder y por medio de las sensaciones en su cuerpo y en su mundo interior llegaba a ella todo el dolor que se había vivido en generaciones anteriores, para que «saliera a la luz» a través de su recuerdo, y de este modo pudiera ser transformado y sanado.

Como diría Mark Wolynn «curarse de un trauma se asemeja en muchos sentidos a crear una poesía. Ambas actividades requieren encontrar el momento oportuno y las palabras y las imágenes adecuadas.»

 

La herencia transgeneracional

Transgeneracional no es una palabra que se encuentre definida en el diccionario. Trae connotaciones diversas y cada profesional tiene su modo específico y singular de darle una definición propia.

Por memoria transgeneracional entendemos todo aquello material o inmaterial que nos une a las generaciones que no hemos conocido, todo aquello que nos une también a la familia con la que no hemos convivido, lo que nos une a los antepasados cercanos o remotos de los cuales descendemos y lo que nos une a los familiares que nos cuidaron y de los cuales dependieron nuestros cuidados.

En los manuales de embriología ya aparece desde hace mucho más de un siglo la información sobre cómo la historia que compartimos con la familia empezó mucho antes de que fuéramos concebidos.

En la forma biológica más temprana en referencia al óvulo no fertilizado, ya estábamos compartiendo un entorno celular con nuestra madre y nuestra abuela.

 

¿Qué es la forma biológica?

Cuando aproximadamente nuestra abuela estaba embarazada de cinco meses de nuestra madre, ya estaba presente en los ovarios de mamá, la célula precursora del óvulo del que nos desarrollamos nosotros. Impresionante ¿no? Eso viene a decir que antes de que nuestra madre naciera, ya estábamos en un mismo cuerpo, abuela, madre y los primeros indicios de nosotros mismos, es decir, tres generaciones compartiendo un mismo entorno biológico.

Sabemos que las células de ambos tipos, precursoras de los óvulos y de los espermatozoides pueden quedar marcadas por los hechos con posibilidad de afectar a las generaciones sucesivas.

Bruce Lipton pionero de la biología celular demostró que los pensamientos, creencias y emociones, tanto en positivo como en negativo pueden afectar a nuestro ADN. Así vemos que el estrés puede producir cambios y modificaciones en nuestro ADN dentro de este entorno compartido y de algún modo podemos empezar a intuir cómo pueden afectar a nuestros genes los traumas y sucesos dramáticos de nuestra historia familiar. De alguna manera aunque los seres humanos recibamos buen trato y apoyo en nuestros primeros años, no dejamos de recibir el estrés que sufrieron nuestros padres antes de que nos concibieran.

Volvamos ahora a nuestra historia. Imagínate que un mes antes de que la mamá de Rocío naciera su abuela hubiese recibido una terrible noticia que le dijera que su marido había sufrido un gran accidente y se quedara en coma durante mucho tiempo debido al impacto que el accidente tuvo. La abuela, que tendría que prepararse para la llegada del nuevo bebé y contaría con poco tiempo y libertad para pasar el proceso doloroso del suceso que mantiene a su marido en coma, probablemente sumergirá sus emociones en el cuerpo que está compartiendo con su bebé en la barriga, y además con el futuro/a nieta (en este caso Rocío). En un rincón oculto, muy adentro, Rocío y su madre sabrían algo de ese duelo, en un lugar compartido por tres.

 

El flujo de la vida

Venimos al mundo a través de nuestros padres. A través de ellos estamos conectados con la chispa de la vida que se nos ha transmitido biológicamente con nuestra historia familiar y la podemos sentir dentro de nosotros. Esta chispa es nuestra fuerza vital. Esa fuerza siempre fluye y sigue fluyendo aunque nos sintamos desconectados de nuestros padres, ahora bien, cuando nuestra conexión con nuestros padres fluye con libertad nos sentimos y nos situamos en una posición más abierta, abiertos y receptivos a lo que la vida nos traiga.

 

 

Si nuestra conexión con nuestros padres por lo que sea, está dañada, podemos sentir que nuestra fuerza vital disponible es limitada, sentimos que esa energía se debilita. Parecería que fuerámos a contracorriente, sintiéndonos bloqueados, limitados, encerrados y pudiendo identificar en nuestro cuerpo todas estas sensaciones claramente.

Eso nos provoca un sufrimiento continuo y perpetuamos el sufrimiento sin saber porqué.

Como seres humanos tenemos la capacidad, de encontrar los recursos para salir de ahí, salir del sufrimiento. Tenemos los recursos necesarios y están dentro de cada uno de nosotros y lo primero va a ser poder reparar esa conexión con el flujo de la vida.

¿Pero cómo?

Conectando con nuestros padres y eso puede ser que pase por un sinfín de escenarios diferentes, todos con un objetivo común: recuperar o mejorar nuestra conexión interior con nuestros progenitores para recuperar o mejorar nuestra conexión con nuestra fuerza vital.

Esta mejora de la conexión interior con la familia cada uno la acaba viviendo a su modo. Dependiendo de lo que ha sucedido esa conexión tendrá también un sinfín de modos de ser vivida, expresada, distancias más o menos grandes con la familia etc. No hablamos de irse a comer felizmente con alguien que no te trató bien, hablamos de la compasión suficiente para dejar la pelea internamente con lo que sucedió; y si eso significa no ver jamás a papá o mamá también es adecuada esa distancia. Pero la conexión interior nos permite vivir esa distancia sin rabia, y esa paz y esa compasión nos conecta con nuestra fuerza vital.

 

Volviendo a nuestro relato, ¿qué hizo entonces Rocío?

Un día cerró los ojos y se imaginó hablando en una cafetería con su padre, al que no veía desde hacía años. Lo quería sentir cerca, saber de él, verle, abrazarle. Vivió la escena en su imaginación, la visualizó.

Fue postergando en el tiempo la decisión de llamar a su padre, pero a través de imaginar y visualizar ese momento en sus pensamientos, la idea fue tomando más fuerza. Al cabo de seis meses decidió mandarle una carta. La escribió varias veces, la arrugó, la tiró y la reescribió, hasta que finalmente después de rehacerla muchas veces, la envió.

En esa carta Rocío se sinceró con su padre, le contó todo acerca de cómo era su vida actual, cómo se sentía en su relación con él en esa distancia de tiempo sin verlo y aunque abrumada por lo que podría pensar y hacer él, echó la carta al correo.

Hasta este momento, de algún modo, Rocío estaba bloqueando y frenando este flujo vital, se negaba consciente e inconscientemente a recibir la energía de papá. Esta energía que nos llega de los padres fluye libremente, no tenemos que hacer nada especial, solo estar abiertos a recibirla.

 

¿Qué puede estar cortando el flujo de la vida?

Encontramos varios temas o causas que pueden ser obstáculo a nuestra capacidad de desarrollarnos y de alcanzar aquellas metas que deseamos. Las consecuencias de este corte se manifiestan en varios aspectos de la vida. Pueden limitar la vitalidad, la salud pero también el éxito, la dicha.

Se muestran visibles de diferente modo y sobre todo y especialmente en nuestras relaciones de pareja, en las relaciones con los demás y en nuestro modo de comportarnos, se mueven con nosotros y en nuestra vida diaria.

Por esto me parece importante que podamos conocer como se manifiesta el flujo de la vida y tomar consciencia de qué lo puede bloquear, y así poder aprender a discernir cuando estamos abrumados por algo, de dónde procede eso y actuar de inmediato para resolver y avanzar.

 

Puede ser que inconscientemente estos temas nos bloqueen el paso:

  1. Si nos hemos fusionado con papá o con mamá o somos leales solo a uno de los dos.
    En este caso compartimos inconscientemente un aspecto de la vida de ese progenitor, que muchas veces suele ser negativo. Revivimos y repetimos situaciones determinadas sin establecer la conexión misma que puede liberarnos.
  2. Si hemos rechazado a alguno de los dos.
    Una ruptura o interrupción de la relación con alguno de nuestros progenitores por rabia, enfada, miedo etc. Cortar con ellos, es una medida que durante un tiempo puede servirnos. Puedes sentirte libre al inicio, pero es una falsa libertad que da respuesta a una defensa infantil. A largo plazo va a limitar la experiencia vital.
  3. Si vivimos una ruptura/separación temprana del vínculo amoroso con mamá.
    Cuando somos pequeños, mamá es nuestro mapa, nuestro mundo. Si se nos separa de ella, ya sea físicamente, o emocionalmente… puede ser que mamá estuviese físicamente pero no en presencia por ejemplo entonces nos sentimos separados del mundo. Esta separación temprana puede que generar un gran vacío y habitualmente va asociado a la creencia de que hay algo «muy malo» en nosotros o en la vida en general.
  4. Si nos hemos identificado con un miembro de nuestro sistema familiar distinto a nuestros padres.
    A veces ocurre que todo y llevarnos bien con nuestros padres, sentimos dentro nuestro unos sentimientos difíciles que no sabemos ni explicar. Damos por hecho que el problema surge de nosotros mismos y mientras no identificamos el hecho o suceso desencadenante en nuestro mapa familiar vamos probablemente a estar reviviendo miedos y sentimientos que no nos pertenecen.

 

 

En la situación de Rocío, ella estaba interrumpiendo y bloqueando el flujo de la vida. Por un lado había estado rechazando a papá de su vida, casi sin saber por qué.

Por otro lado la relación con su madre era tensa y conflictiva y eso la debilitaba. Le restaba energía en su día a día y no le permitía fluir totalmente en orden y alineación con lo que ella era. Ahora por fin a través del embarazo y de sentir como eso se manifestaba hoy en su cuerpo, empezaba a identificar algunas cositas… Ese visualizar el encuentro con papá, imaginar cómo sería reencontrarse y esa carta, permitirían a Roció hoy, abrirse un poquito más a recibirlo, a recibir su energía y con ella recibir el flujo vital que ahora sentía bloqueado e interrumpido. ¡¡¡¡Genial!!!!!

 

Hacia la integración de la familia y la fuerza vital

Existen sin duda infinidad de técnicas y ejercicios que nos van a ir acercando a una mayor comprensión, entendimiento e integración de lo que está ocurriendo en nosotros y cómo vamos a hacer para resolver esa parte.

Desde la mirada sistémica en la que nos apoyamos el camino hacia la integración y la toma de fuerza vital pasa principalmente por:

  • Ver, mirar, situar y dar lugar;
  • Reconocer y poder poner orden dentro de nuestro mapa para descifrar dónde hay un «nudo emocional» que sanar para desbloquear y avanzar.

 

Una magnífica herramienta para hacerlo es profundizar en tus orígenes, descubrir y explorar el mapa familiar y qué mejor forma de hacerlo sino a través del conocimiento, el aprendizaje y el estudio del genograma familiar.

El genograma es una herramienta súper potente que nos permite adentrarnos en este mapa familiar, no sólo situando a las personas que pertenecen y pertenecieron al sistema familiar como lo haríamos desde el árbol genealógico, sino que además podremos observar y identificar como fueron las relaciones entre esas personas, con qué intensidad y calidad se establecieron y qué destinos tuvieron esas personas.

A través del genograma también podemos profundizar en el trabajo con muñecos y ampliar nuestro conocimiento, tanto a nivel personal como profesional. Con ellos, el mapa familiar toma forma, gana en movimiento y permite ver con más claridad y orden aquello qué está ocurriendo. Los muñecos nos muestran una y otra vez su gran protagonismo como «traductores» de los hechos y sucesos que están ahí latentes y siguen causando dolor en nuestro presente.

Para terminar, retomemos la historia de Rocío.

 

¿Qué puede hacer Rocío para ir integrando desde su vivencia y mejorar la situación actual y entregarse a vivir plenamente?

Se me ocurre:

  • Estar atenta a su lenguaje, detectar qué palabras puede modificar.
  • Estar atenta a qué palabras recurrentes le llegan desde «el lenguaje del miedo» va a hacer que puedan ser modificadas por otras que no lleven esa connotación.
  • Escribir con mucha presencia y atención el hecho traumático que va relacionado a ese lenguaje que utiliza una vez lo haya podido identificar.
  • Relacionar la vivencia que experimenta, con el trauma familiar no resuelto. (A veces somos capaces de identificarlo de forma totalmente natural).
  • Hacer una descripción de lo que ocurrió, (con relación a los padres y a la abuela en este caso).
  • Visualizar lo que pudieron estar sintiendo todas esas personas con relación al hecho o suceso en concreto.
  • Poner las manos en el cuerpo si es que siente que ese hecho se manifiesta en su cuerpo de algún modo cuando se refiere a él, y conectar con la respiración.
  • Hacer una lista de todas las personas a las que pudo afectar el hecho o suceso en concreto, pongamos por ejemplo el rechazo a papá, esa exclusión y/o el imaginario caso que planteamos sobre la abuela de Rocío y el accidente del marido.

 

Escogiendo las palabras adecuadas y dirigiéndonos a las personas que estuvieron involucradas en esos hechos y sucesos traumáticos nos dirigimos hacia la sanación. Las palabras adecuadas nos permiten liberarnos de vínculos y de lealtades familiares inconscientes y poner fin al ciclo del trauma heredado.

A través de la carta que Rocío escribe a su padre, está en una conversación interna, está hablando con él y a nivel cognitivo sabemos que en Rocío se están activando las mismas neuronas y las mismas zonas cerebrales que se hubiesen activado si hubiese tenido esa experiencia curativa en persona.

Así que las palabras… ¡TIENEN PODER!

Vamos a aprender a utilizarlas a nuestro favor y al de nuestro sistema familiar.

Feliz semana a tod@s,

Marina Viscido

Equipo pedagógico CI

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